Son las chicas que están en esa edad tan difícil, en la que se suceden tantos cambios, tan bruscos y en tan corto espacio de tiempo.
Los chicas, que ya no son niñas ni aún adultas, no entienden muchas de las cosas que les están pasando en su cuerpo y su cabeza.
Nuevas situaciones se plantean, a las que tienen que hacer frente sin tener la experiencia que sería ideal para ello. Nuevos papeles a desempeñar en la vida de la que empiezan a formar parte como adultos, nuevas responsabilidades y nuevos retos.
Los demás empiezan a comportarse de manera diferente, o quizá son ellos quienes perciben como diferente ese comportamiento que en realidad es el de siempre.
Esos chicos ideales, los pequeñines de la casa que siempre hacían las delicias de los papás, de repente se comportan de manera contradictoria, agresiva, empiezan a vestir una ropa carísima a la vez que extraña, no hay quien los entienda y al menor comentario o sugerencia se ponen hechos unos basiliscos, se plantean las normas familiares y cualquier trivialidad convierte la casa en un verdadero campo de batalla ¿qué a pasado?
No resulta fácil adaptarse a un cuerpo que empieza a cambiar de manera visible. De los diez a los dieciocho años en las chicas, son las edades aproximadas en que reina la adolescencia, caos interior y por tanto exterior.
Sólo reclaman algo de independencia aunque no saben cuánta ni cómo buscarla, ni siquiera para qué la quieren, sólo saben que la quieren.
Aunque aparenten seguridad en sus actitudes y comportamientos, se sienten tremendamente inseguros. Por un lado, necesitan alejarse de sus padres y del ambiente familiar en el que hasta ahora se desenvolvían para salir a la calle y encontrar su propia manera de actuar, de relacionarse, de sentirse adulto. Pero por otro lado, siguen siendo niños que necesitan protección y alguien que les señale, al menos, el camino que deben seguir y los límites que existen.
Esa inseguridad se manifiesta de muchas maneras, por ejemplo piensan que su comportamiento no es el adecuado, que cualquier otra persona lo haría mejor, y necesitan ver en los demás esos errores que ellos no se perdonan, para reprochar y criticar a sus anchas. Los adolescentes, son las personas más críticas y duras con los demás. Suelen reprochar a sus padres, que son esos modelos mitificados durante la infancia y a desmontar ahora, desde el más trivial comentario hasta su forma de vestir.
Empieza la tiranía del cuerpo, buscan ese cuerpo de esqueleto las chicas. Cuerpo perfecto que nunca consiguen debido al listón tan alto que se ponen. Se ven defectos por todas partes, es la edad del "demasiado", demasiado alta, demasiado bajo, demasiado gorda, demasiado flaca, demasiados granos...
El aspecto físico, la opinión que los demás tienen sobre ellas, las calificaciones escolares, los amigos, el enamoramiento y las relaciones sexuales, son temas primordiales para ellos.
La versión de los adultos sobre los hechos no les interesa. Sólo quieren ser escuchados para sentirse mejor, no para ser apartados de su idea inicial.
Los chicas, que ya no son niñas ni aún adultas, no entienden muchas de las cosas que les están pasando en su cuerpo y su cabeza.
Nuevas situaciones se plantean, a las que tienen que hacer frente sin tener la experiencia que sería ideal para ello. Nuevos papeles a desempeñar en la vida de la que empiezan a formar parte como adultos, nuevas responsabilidades y nuevos retos.
Los demás empiezan a comportarse de manera diferente, o quizá son ellos quienes perciben como diferente ese comportamiento que en realidad es el de siempre.
Esos chicos ideales, los pequeñines de la casa que siempre hacían las delicias de los papás, de repente se comportan de manera contradictoria, agresiva, empiezan a vestir una ropa carísima a la vez que extraña, no hay quien los entienda y al menor comentario o sugerencia se ponen hechos unos basiliscos, se plantean las normas familiares y cualquier trivialidad convierte la casa en un verdadero campo de batalla ¿qué a pasado?
No resulta fácil adaptarse a un cuerpo que empieza a cambiar de manera visible. De los diez a los dieciocho años en las chicas, son las edades aproximadas en que reina la adolescencia, caos interior y por tanto exterior.
Sólo reclaman algo de independencia aunque no saben cuánta ni cómo buscarla, ni siquiera para qué la quieren, sólo saben que la quieren.
Aunque aparenten seguridad en sus actitudes y comportamientos, se sienten tremendamente inseguros. Por un lado, necesitan alejarse de sus padres y del ambiente familiar en el que hasta ahora se desenvolvían para salir a la calle y encontrar su propia manera de actuar, de relacionarse, de sentirse adulto. Pero por otro lado, siguen siendo niños que necesitan protección y alguien que les señale, al menos, el camino que deben seguir y los límites que existen.
Esa inseguridad se manifiesta de muchas maneras, por ejemplo piensan que su comportamiento no es el adecuado, que cualquier otra persona lo haría mejor, y necesitan ver en los demás esos errores que ellos no se perdonan, para reprochar y criticar a sus anchas. Los adolescentes, son las personas más críticas y duras con los demás. Suelen reprochar a sus padres, que son esos modelos mitificados durante la infancia y a desmontar ahora, desde el más trivial comentario hasta su forma de vestir.
Empieza la tiranía del cuerpo, buscan ese cuerpo de esqueleto las chicas. Cuerpo perfecto que nunca consiguen debido al listón tan alto que se ponen. Se ven defectos por todas partes, es la edad del "demasiado", demasiado alta, demasiado bajo, demasiado gorda, demasiado flaca, demasiados granos...
El aspecto físico, la opinión que los demás tienen sobre ellas, las calificaciones escolares, los amigos, el enamoramiento y las relaciones sexuales, son temas primordiales para ellos.
La versión de los adultos sobre los hechos no les interesa. Sólo quieren ser escuchados para sentirse mejor, no para ser apartados de su idea inicial.
SILVIA BAUTISTA
Publicado en Madrid Sureste,